Juan Pablo Zapater: “Wayward One”

Juan Pablo Zapater

 

Wayward One

 

Translated by Tamara Muroiwa

 

Your voice moved me from the beginning,

when as yet I barely knew your tongue

when you poured your fresh gospels

into the cupola of the soul.

 

Those magical refrains, so peculiar to you

would echo like music transported

from a marvellous kingdom, like prayers

in search of a god

hidden amongst rose petals.

 

I swore to take your habit and walked,

barefoot and penitent,

in my labour of humble scribe.

I wanted to be like you: at night

I would sit at your side and from my breast also

blue birds would take flight.

 

You were so special, so powerful,

that soon I decided to face by your side

the moments of doubt, the misfortunes

of love and life, surrounded

by confinement and isolation. I called you,

Swords as Lips, My Voice Because of You,

A Song of Despair and other such lovely names.

 

But something in me changed and in twenty years

I ceased to summon you, kept myself distracted

riding other battle horses.

I forgot the tenderness of your arms,

their naked strength.

 

Was it I who lost you? None would flee from you

Unless you turned your back on him, unless you ceased to

whisper in his ear those truths

known only to you.

How long was the night of your absence,

how sick with silence.

 

Today you have returned, as profound and dazzling

as I remember you, not letting me

so much as murmur a reproach.

 

And the verse you spill into my soul,

a chorus of light and sweet breeze,

rekindles my communion, with its rain

of blessed words.

 

Wayward one (LA EXTRAVIADA) in Spanish

 

 

Tu voz me conmovió desde el principio,

cuando apenas tu idioma conocía

y llenabas con nuevos evangelios

la bóveda del alma.

 

Aquellos cantos mágicos tan tuyos

sonaban como música traída

de un reino prodigioso, como rezos

que buscaban un dios

escondido entre pétalos de rosa.

 

Juré tomar tus hábitos y anduve,

descalzo y penitente,

en mi humilde labor de escribanía.

Yo quería imitarte: por las noches

me sentaba a tu lado y de mi pecho

se escapaban también aves azules.

 

Eras tan especial, tan poderosa,

que pronto decidí afrontar contigo

los momentos de duda, los reveses

del amor y la vida, circundados

de encierro y soledad. Yo te llamaba

espadas como labios, la voz a ti debida,

canción desesperada y otros nombres

preciosos como esos.

 

Mas algo en mí cambió y en veinte años

dejé de convocarte y me entretuve

montando otros caballos de batalla.

Olvidé la ternura de tus brazos

y también su desnuda fortaleza.

 

¿Fui yo quien te perdí? Nadie te huye

si no le das la espalda, si no cesas

de decirle al oído esas verdades

que sólo tú conoces.

Qué larga fue la noche de tu ausencia,

qué enferma de silencio.

 

Hoy has vuelto, tan honda y luminosa

como yo te recuerdo, sin dejarme

ni entonar un reproche.

 

Y el verso que derramas en mi frente,

hecho de luz cantada y viento dulce,

renueva mi bautismo con su lluvia

de benditas palabras.

 

 

(De La velocidad del sueño, 2012)

Juan Pablo Zapater

Juan Pablo Zapater
LA EXTRAVIADA

 

 

Tu voz me conmovió desde el principio,

cuando apenas tu idioma conocía

y llenabas con nuevos evangelios

la bóveda del alma.

 

Aquellos cantos mágicos tan tuyos

sonaban como música traída

de un reino prodigioso, como rezos

que buscaban un dios

escondido entre pétalos de rosa.

 

Juré tomar tus hábitos y anduve,

descalzo y penitente,

en mi humilde labor de escribanía.

Yo quería imitarte: por las noches

me sentaba a tu lado y de mi pecho

se escapaban también aves azules.

 

Eras tan especial, tan poderosa,

que pronto decidí afrontar contigo

los momentos de duda, los reveses

del amor y la vida, circundados

de encierro y soledad. Yo te llamaba

espadas como labios, la voz a ti debida,

canción desesperada y otros nombres

preciosos como esos.

 

Mas algo en mí cambió y en veinte años

dejé de convocarte y me entretuve

montando otros caballos de batalla.

Olvidé la ternura de tus brazos

y también su desnuda fortaleza.

 

¿Fui yo quien te perdí? Nadie te huye

si no le das la espalda, si no cesas

de decirle al oído esas verdades

que sólo tú conoces.

Qué larga fue la noche de tu ausencia,

qué enferma de silencio.

 

Hoy has vuelto, tan honda y luminosa

como yo te recuerdo, sin dejarme

ni entonar un reproche.

 

Y el verso que derramas en mi frente,

hecho de luz cantada y viento dulce,

renueva mi bautismo con su lluvia

de benditas palabras.

 

 

(Del libro La velocidad del sueño)