Mario Bojórquez: “Casida del odio”

 

 

 

Poesia tradotta da Sofia Mercatelli (Università degli Studi di Macerata)

 

casida del odio

 

I

Tutti abbiamo una particella di odio

un lieve filamento tingendo di azzurro il giorno

in un tetro letto di magnolie.

 

 

II

Tutti

abbiamo una particella di odio macerando i suoi succhi,

incorniciando la sua allegra fioritura,

  la sua frutta languida.

Ma che mari

oh, che mari, che abissi tempestosi colpiscono

contro il petto e al posto di sorrisi aprono artigli zanne?

Alza il mare la sua sottoveste fiorita, sotto la sua pelle va

crescendo un’onda frastagliata nella sua futile vivace sfrontatezza.

Alza il mare il suo odio e il rumore si agita contro i muri

casti dell’acqua e dietro, più dietro viene un’altra onda, un altro fermento,

un’altra forma segreta che il mare da al suo odio, si alza lenzuolo

di schiuma, si alza costellato di urgenze; è monumento

nell’acqua della furia senza freno.

 

 

III

Tutti abbiamo

una particella di odio

e quando il ferro arde nei fianchi segnati

e si sente l’odore della carne bruciata

c’è un grido profondo, una maschera a fuoco

che incendia le parole.

 

 

IV

Tutti abbiamo una

particella di odio.

E i nostri cuori

che furono creati per accogliere amore

contorcono i muscoli, bombardano

i succhi esasperati dell’ira.

E i nostri cuori

un altro momento così pieno

contraggono ogni fibra

e esplodono.

 

 

V

Tutti abbiamo una particella

di odio

un fuoco alto bruciandoci da dentro

un prurito letale che pervade i nostri organi.

Sì, perché dove prima c’era

sangue caldo, fioriture di ossa esplosive,

midollo senza tarlo,

caparbiamente, ostinatamente,

va crescendo in noi l’odio con la sua lingua scottata

per l’aceto terribile dell’assurdità.

 

 

VI

Tutti abbiamo una particella di

  odio

e quando l’indice si agita segnalando con il fuoco

quando imprime nell’aria la sua traccia del vile,

quando si erge pieno falange per falange,

Oh! che pioggia di acidi rimproveri,

che difficili continenti si contraggono.

Il gesto, la mossa, la smorfia

il dito accusatorio

e l’unghia,

oh! L’unghia,

il tendine rotella affondando nel petto.

 

 

VII

Tutti abbiamo qualcosa da rimproverare a mondo,

la sua inesatta porzione di piacere e di melanconia,

la sua lenta fastidiosa virtù di rimanere più in là,

 in un’altra parte,

dove le nostre mani si chiudono con rumore

afferrate all’aria della delusione; anche la sua

perché no, condizione di margine, di estrema freddezza,

di abisso cieco; la sua inopportunità, le sue premure.

 

 

VIII

Tutte abbiamo qualcosa da dire sugli altri

e tacciamo.

Ma sempre dietro al suo sorriso

dei denti felici, perfetti e bianchissimi

nel sonno distruggiamo volti, corpi, città.

Nessuno potrà mai contenere la nostra furia.

Siamo assassini sorridenti, piromani,

amabili carnefici.

 

 

 

IX

(CODA)

In qualche parte del nostro corpo

c’è un allarme improvviso

un termostato avverte inviando delle pulsioni

qualcosa che dice:

 ora

e sentiamo il sangue contaminato e profondo a punto di zampillare dagli occhi

le mandibole tremano e masticano boccate d’aria avvelenata e la spina

dorsale, scossa elettrica, piano strozzato e tritato da un’ascia e i peli,

la barba e lo scroto, si rizzano porcospino e le mani si gonfiano di lividi

vene, il corpo si agita per le convulsioni violente e tutto dura, circa, un secondo

e un ultimo fiotto di sangue ossigenato ci riporta alla calma.

 

 

 

Leído por Blanca Palomero

casida del odio

 

I

Todos tenemos una partícula de odio

un leve filamento dorando azul el día

en un oscuro lecho de magnolias.

 

 

II

Todos

tenemos una partícula de odio macerando sus jugos,

enmarcando su alegre floración,

su fruta lánguida.

¿Pero qué mares

ay, qué mares, qué abismos tempestuosos golpean

contra el pecho y en lugar de sonrisas abren garras colmillos?

Levanta el mar su enagua florecida, debajo de su piel va

creciendo una ola dispersada en su vacua intrepidez elástica.

Levanta el mar su odio y el estruendo se agita contra los muros

célibes del agua y atrás y más atrás viene otra ola, otro fermento,

otra forma secreta que el mar le da a su odio, se expande sábana

de espuma, se alza torre tachonada de urgencias; es monumento

en agua de la furia sin freno.

 

 

III

Todos tenemos

una partícula de odio

y cuando el hierro arde en los flancos marcados

y se siente el olor de la carne quemada

hay un grito tan hondo, una máscara en fuego

que incendia las palabras.

 

 

IV

Todos tenemos una

partícula de odio.

Y nuestros corazones

que fueron hechos para albergar amor

retuercen hoy los músculos, bombean

los jugos desesperados de la ira.

Y nuestros corazones

otro tiempo tan plenos

contraen cada fibra

y explotan.

 

 

V

Todos tenemos una partícula

de odio

un alto fuego quemándonos por dentro

una pica letal que horada nuestros órganos.

Sí, porque donde antes hubo

sangre caliente, floraciones de huesos explosivos,

médula sin carcoma,

empecinadamente, tercamente,

nos va creciendo el odio con su lengua escaldada

por el vinagre atroz del sinsentido.

 

 

VI

Todos tenemos una partícula de

odio

y cuando el índice se agita señalando con fuego,

cuando imprime en el aire su marca de lo infame,

cuando se erecta pleno falange por falange,

¡Ah! qué lluvia de ácidos reproches,

qué arduos continentes se contraen.

El gesto, el ademán, la mueca,

el dedo acusativo

y la uña,

¡ay! la uña,

corva rodela hincándose en el pecho.

 

 

VII

Todos tenemos algo que reprocharle al mundo,

su inexacta porción de placer y de melancolía,

su pausada enojosa virtud de quedar más allá,

en otra parte,

donde nuestras manos se cierran con estruendo

aferradas al aire de la desilusión; su también,

por qué no, circunstancia de borde, de extrema lasitud,

de abismo ciego; su inoportunidad, sus prisas.

 

 

VIII

Todos tenemos algo que decir de los demás

y nos callamos.

Pero siempre detrás de la sonrisa

de los dientes felices, perfectos y blanquísimos

en sueños destrozamos rostros, cuerpos, ciudades.

Nadie podrá jamás contener nuestra furia.

Somos los asesinos sonrientes, los incendiarios,

los verdugos amables.

 

 

IX

(CODA)

En alguna parte de nuestro cuerpo

hay una alarma súbita

un termostato alerta enviando sus pulsiones

algo que dice:

 ahora

y sentimos la sangre contaminada y honda a punto de saltarse por los ojos,

las mandíbulas truenan y mascan bocanadas de aire envenenado y la espina

dorsal, choque eléctrico, piano destrozado y molido por un hacha y los vellos,

las barbas y el escroto, se erizan puercoespín y las manos se hinchan de

amoratadas

venas, el cuerpo se sacude convulsiones violentas y todo dura sólo, apenas, un

segundo

y una última ola de sangre oxigenada nos regresa a la calma.

 

 

Fotografía: Wikipedia CC BY-SA 4.0

 

 

 

Álvaro Hernando Freile: “Anthropophany!”

 

Translated by María Luisa Ortega Hernández (DePaul University of Chicago) and read by Antonio Martínez Arboleda (University of Leeds)

 

Anthropophany!

 

                                                                           A slave to ignorance

                               or the tyranny of thinking ourselves wise

 

I am a sinner among sins,

an effect within a cause

illuminated darkness

waiting, not searching,

disguising its thunder between silences.

 

I am this way an implicit man

exploding between moments

almost trapped within a tempered name

anonymous even then and made of clay,

as if water contained in a dry, branchy flame.

 

But once in a while logic imposes itself

anthropophany!

and I discover myself illuminated

among brilliant conclusions

and all of me I am sacred bioluminescence.

 

I acknowledge that there is an indefinite stubbornness

in this instant of such concrete wisdom.

anthropophany! Inopportunity in kairos.

And I continue being a poor fool,

a reader searching for the phrase for the word.

 

 

 

 

Poema leído por el autor

 

¡antropofanía!

 

                                                                Esclavo de la ignorancia

                                                     o la tiranía de sabernos sabios

 

Soy un pecador entre pecados,

un efecto dentro de una causa

la oscuridad iluminada

que espera, que no busca,

que disimula el estruendo entre silencios.

 

Soy así un hombre implícito

estallando entre momentos

casi retenido dentro de un nombre templado

y aún así anónimo y de barro,

como de agua contenida en la llama seca.

 

Pero de vez en cuando la lógica se impone

¡antropofanía!

y me descubro iluminado

entre brillantes conclusiones

y todo yo soy bioluminiscencia sagrada.

 

Reconozco que hay una necedad indefinida

en este instante de sabiduría tan concreta.

¡antropofanía! Inoportunidad en el kairós.

Y sigo siendo un pobre majadero,

un lector en busca de la frase de la palabra.

 

(Ex-Clavo. Valencia: Karima Editora, 2018, 45)

José Luis Gómez Toré: “Elettra”

 

 

 

 

Poesia tradotta e letta da Fabio Perinelli (Università degli Studi di Trento)

 

ELeTTra

 

Non c’è ammenda possibile.

Essere orfani ci appartiene

e già lo furono i nostri padri.

Non si ripete il crimine,

sì la ferita,

sì la mano a mezz’aria

ancora e ancora.

 

La vendetta

dura più degli dei

 

e il sangue

lo beve solo la polvere.

 

 

 

Poema leído por el autor

Electra

 

No hay reparación.

Esta orfandad es nuestra

y ya la conocieron nuestros padres.

No se repite el crimen,

sí la herida,

sí la mano detenida en el aire

una vez y otra vez.

 

La venganza

dura más que los dioses

 

y la sangre

solo la bebe el polvo.

 

(Hotel Europa, Ediciones de la Isla de Siltolá, Sevilla, 2017)

Virgilio Fuero

Virgilio Fuero
EL ABUELO DEL METRO 

 

 

Lo miraba con pena y con misterio;

su piel lleva reflejos de ocre bronce

y sentado, apoyado en su garrote,

tiene aspecto de noble caballero,

 

con cara de quijote jubilado

y mil batallas de trabajos hechos,

vieja sonrisa llena de cansancio.

 

Sus ojos extraviados en el hueco

donde alberga recuerdos con encanto:

realidades a veces, otras sueños.

 

Qué vigor se le nota en su costado.

Qué bondad me producen esos gestos,

tan suavemente lentos y apagados,

mientras sale, alejándose  del metro.

Ramona Molina

Ramona Molina
HABITANTES DE LUZ

 

 

Porque habitáis entre la luz, ligeros,

fuertes ante la sombra os imagino,

iniciando el trayecto confiados

esperándolo todo del mañana.

 

Os animo por eso a caminar serenos

para vencer las trampas sigilosas

del tiempo inhabitado que os espera.

 

Pido a todos los dioses, por si acaso,

el don que os haga sabios e indulgentes

amplios de corazón y de mirada

justos para la vida y con los hombres,

 

Permitid que hoy os piense

guardando vuestros triunfos

en el mismo cajón que nuestras horas

para sentirme así cumplida

en vuestra luz y en mi destino,

 

Dejadme, al fin, imaginaros libres

dueños de vuestros vientos, sólidos

hermosos para siempre, como hoy,

vencedores del tiempo y del olvido.

María Lago

María Lago
ORIGAMI

 

 

Quiero hacer origami de tu cuerpo,

moldear tus esquinas más tenaces

de los pasos que das, por las calles de este mundo ;

acariciar los pliegues de todas tus batallas,

cuando mis dedos tomen tu piel como conquista.

 

Hacerte de mil formas de papel

quiero, en mi regazo,

e imaginar que doy vida a un pájaro, una flor

un árbol o, quizás, un barco

que zarpara

por mis venas

como una ola muda a punto de estallar.

 

Quiero en definitiva hacer que tu alma

libre sea, en mis manos, todos esos papeles

 

que la vida te tiene reservados.

María José Pastor

María José Pastor

 

A Julia Kristeva

 

 

1

 

Recorro ese trayecto hacia los verbos

que levitando en azar se engarzan y

en sus hilos mis alas catalizan

y enlazan la escritura.

 

Camino hacia el recinto en que hechos aire

desnacen de su esencia mientras yo

apenas soy presencia y desconozco

los signos convenidos.

 

Me deslizo a lo hondo buceando

en busca de la espuma el burbujeo

en busca del bullicio donde hierven.

 

Y observo con los párpados cerrados

cómo pulsan mis células de nieve

y cabalgan curiosas las palabras

a lomos de pegasos que se besan.

 

 

2

 

Me traslado sin brújula y a tientas

con los brazos tendidos como el ciego

que palpa hasta topar con lo seguro

y se mece y se cobija en la música

del esférico vientre de su madre.

 

 

3

 

Sargazos en el cuerpo

claustro materno sedas

lamidos sargazos de infancia limbo.

 

Ingravidez de luna

arteria umbilical

sin sed de soluciones

letargo de ignorancia.

 

 

4

 

Pulsión que nos persigue

rabiando hasta la muerte

que fuimos escindidos .

 

Y por eso tus brazos…

tus brazos los abrazos

las olas los sargazos

tu sexo donde apago mis vaivenes

donde por fin se esfuma mi conciencia.

 

Un ámbito de síntesis

espacio en que sacudo

mis membranas porosas y el perfume

de mis humores flota en lo sagrado

ancestro que se incrusta en nuestros átomos

aroma que en el aire es innombrable.

 

 

Laura Peregrina

Laura Pelegrina
INFANCIA

 

 

Ella no pertenecía a nadie,

no tenia dueño, nada la contenía,

no era de ningún país,

ni a sí misma pertenecía.

 

Si el día era soleado andaba alegre,

si llovía confundía el sonido del agua sobre los charcos

con los latidos del corazón de un náufrago.

Decían que estaba loca.

 

Quise quererla así,

fijé mis ojos, en sus ojos suspendidos

entre lo tangible y lo irreal.

Ella estaba dentro, pertenecía a ellos,

pero no pude asirla.

Puede que aún siga conmigo.

 

Antonio Praena

Antonio Praena
8 DE JUNIO

 

 

Nací el 8 de junio.

Toda la luz se derramó en mi sangre,

pero hace tiempo que no encuentro

ni la luz ni mi sangre.

 

Pensé que era mejor poner mi vida

muy lejos de las cosas que he querido,

muy lejos de las cosas de este mundo,

muy lejos de tu amor, que ha sido el mundo.

 

Me fui fuera de ti

para poder volver un día

curado de la bestia que me ocupa.

Pero la bestia se ha hecho grande,

tan grande como puede hacerse un hombre,

y vamos los dos juntos de la mano

camino de la muerte:

¡si me vieras!,

los ojos que quisiste son agujas

clavadas hacia dentro.

 

Soy uno de esos hombres que desguaza

las flores con sus botas de jinete.

Consumo polen ácido,

comulgo reno crudo, escupo arcilla.

Me digo con palabras que les lamen

los ojos cancerosas a los ciegos.

Confieso que he bebido cera hirviente

tratando de sellar todas mis puertas.

 

A veces, si mi bestia se ha dormido,

planeo una manera de escaparme:

me visto un traje nuevo, me anudo una corbata,

mas, vueltos al espejo mis dos ojos,

descubro que me mira un hombre muerto.

 

Y entonces, inhumano, desterrado,

retorno al colchón sucio de mi siglo

y cumplo un año más lejos de todo.

 

No he vuelto a escuchar luz.

No he vuelto a besar pulso.

Me alumbran y devoran la garganta

estrellas tan brillantes que son negras.

 

Mas dejo testimonio de que todas

las noches de mi vida he pronunciado

tu nombre con gemidos animales.

Tan fuerte te he llamado que no existe

frontera entre el aullido y mi persona.

 

Quizá sólo fui alguien un instante

del 8 de aquel junio de aquel año,

lo mismo que son hombres los que lloran

y dejan de existir los que no aman.

Antonio Martínez Arboleda

Antonio Martínez Arboleda
PEPE

 

 

Andar circunspecto,

espalda cargada,

cuello gordo,

santa calva,

gotas de sangre reseca

de no saberse afeitar.

 

Acompañado

de un ángel sin alas

de los que marchan cansinos

a ritmo de tambor de tripas agrio

por calles de saldo,

por plazas de lástima.

 

Ese día,

el fuego de los infiernos

decidió apaciguarse por un rato,

para no llamar mucho la atención,

temeroso de que aquello fuese

un aviso de su fin.

 

Esa noche,

la luna cuadrada y blanca,

silenciadora,

vacía,

fuente única de luz

en la vigilia despiadada,

quedó eclipsada de bienes

y calórico resplandor.

 

Y a la mañana siguiente,

el ángel echó a andar

sin ritmo que seguir,

con paso

gozosamente deslavazado.

 

Y ya en la calle

rebuscó en el contenedor de su memoria

una canción

para su dicha,

un compás

donde olvidar.

 

 

(Del libro Los viajes de Diosa)