Isabel S. Hidalgo

Isabel S. Hidalgo
HABITACIÓN   509

 

 

No soy buena haciendo camas

-dijiste-.

Los ojos entornados, el pelo revuelto

y las manos temblorosas queriendo

abarcar espacios imposibles.

La madrugada extendía sombras por el suelo;

cerramos la puerta y los números de la habitación

rodaron por el pasillo desmayados,

salpicando las paredes alargadas

color marfil, marrón o ni me acuerdo.

Antes, en el jardín y a  escondidas,

el ritmo de canciones pasadas de moda,

atrapaba miradas furtivas,

las manos jugaban a encontrarse

y se estremecían los cuerpos.

No soy buena haciendo camas…

Rodó el deseo entre las mantas apremiantes,

urgencia de caricias y los besos

impregnaron la almohada de saliva insolente.

Mi cuerpo huele a ti, mis labios a tu sexo.

La mañana se estremece y salgo de puntillas.

Entro de nuevo en el ascensor donde te besé

por primera vez, casi con arrogancia,

y miro una vez más la puerta cerrada,

sabiéndote entre el desconcierto del amor,

sábanas rotas y gemidos desatados.

 

Tu mirada perdida en el techo, queriendo atrapar

el instante mismo de la entrega.

Miro la habitación 509, una última vez,

y ya sueño con tus ojos  posados de nuevo

en mis pupilas.

Isabel Romera

DEJADME LA ESPERANZA

 

 

                        El odio se amortigua

                        detrás de la ventana

 

MIGUEL HERNÁNDEZ

 

 

Los alambres del tiempo

reforzaron la valla

que la muerte no pudo derribar.

Tu casa sigue abierta.

Rezuma en las paredes

la sangre de tu herida,

la sangre de los hijos que nacieron después.

Tu nombre, Miguel, fluye

entre sus manos blancas

mientras el hombre acecha.

 

Ha regresado el tigre,

la garra nunca es suave.

 

Inma Noguera

Inma Noguera
MEMORIA SELECTIVA

 

 

Era verano, había regado las plantas,

tomábamos una cerveza en el jardín,

los jazmines nos tocaban el pelo.

Me tomó los pies y los acercó

poco a poco a su boca.

El gato, con su lengua de lija, relamía el polvo

que un cacahuete había regalado a mi camiseta.

Los gorriones reunidos en el ficus,

lentamente felices.

Su saliva me iba dibujando flores,

ternura impúdica de tierra húmeda.

Y por más que lo intento,

no logro recordar la conversación.

Héctor Solsona

Héctor Solsona
ÁNGELUS

 

 

Delante de la pura nada

los ángeles hablan

con voz de fuente,

los círculos concéntricos

de la vida se ensanchan

hasta hacerse invisibles.

 

Nadie entiende

este sol blanco del mediodía

en la certeza oscura del silencio.

Nada detiene el manantial

ni vértigo libre y ciego

de nuestros días y horas.

 

Ora pro nobis

 

(Poema del Santo rosario)

 

Gregorio Muelas

Gregorio Muelas
TIEMPO MUERTO

 

 

Es cosa de gente sin alma,

que ve pasar el tiempo inanemente

mientras sus sueños les preceden

y sus sombras oscuras les apremian.

 

Es cosa de arquitectos

de castillos de naipes y de arena

a merced del viento y las olas,

pues no hay refugio que atempere

ni dique que contenga

el natural discurso de las horas.

 

Sólo el tiempo admonitorio nos juzga,

y es el vórtice por donde las horas

y los días, los años y las eras

se despeñan hacia la nada más completa.

 

Si todo es tiempo muerto,

tiempo reciennaciendo,

recienmuriendo a cada instante,

acompasemos nuestros latidos a su caída,

su luz a nuestra sombra,

su ritmo a nuestra vida.

 

Gloria de Frutos

Gloria de Frutos
SIN PAZ

 

 

Hay niños que no conocen

más que el juego que practican,

el fusil forma parte de su brazo,

les da el poder de quien quita la vida.

 

Saben que el trigo huele a sangre.

Acostumbrados a la muerte,

ignoran que existen criaturas

que sólo matan el tiempo en un MacDonald,

pero son niños, unos y otros

con una infancia hecha de lluvia,

unos huesos que olvidan su destino,

un hambre que deja cicatrices

hasta que el llanto

deja de ser una costumbre.

Félix Molina

Felix Molina

 

Como una pupila en blanco o una lumbre fría

ausencia soy en cada hueco que deja mi paso.

 

Cine triste de espectador único en barriada pobre,

la vida desganada de una ola de aceite:

busco un pan de luz tras una guerra de almas,

deviene el trasunto nocturno de mi estancia

en una humareda de buque que tan sólo se sueña.

 

Así mi estima en bandada nunca reunida,

mis ojos partidos entre el alba y mi casa;

vuelvo sólo a ser grupo en los besos del sueño,

en los zapatos vacíos, en flores desconocidas.

Pero tu mano o la noche del amigo,

el destino a gritos del hermano,

no mueven el espejo a que me asomo,

no traen juntos mis labios de consuelo:

estoy donde debo en ausencia perenne.

 

Elena Torres

Elena Torres
ÁBACO

 

 

Si las tardes son huéspedes

que custodian detalles

en un calendario de dudas.

 

Si en un reino de espejos

la mirada corta distancias

con el cristal de los quebrantos.

 

Si lo bello no crea

una figura de seis vértices

donde superponer lo auténtico.

 

Entonces hace falta

el ábaco de los requiebros

para contar las horas.

 

Un manual de gratitud

para sobrevivir al miedo.

 

 

(De Frágil, 2012)

Elena Escribano

Elena Escribano
VENTANA CON REFLEJO

 

 

La miran los mismos ojos de la mujer

que hace treinta y cinco años la miraban.

 

También ahora tiene un libro entre las manos

y un lápiz, con el que subraya “las ideas

esenciales” de un texto

de retórica.

 

El reflejo en la ventana

no tiene misericordia,

–ni ella la necesita–.

Lleva treinta y cinco años mirando

el tiempo,

cómo modifica la firmeza de sus rasgos,

de los brazos,

de su pecho.

 

Con dureza, porque el tiempo no precisa suavidades,

allí está observándola, preguntándole.

La respuesta está en el reflejo

del cristal de esa noche en la ventana.

 

El aire que la oxida

también ha reforzado sus defensas

y ahora puede volar con todas sus heridas.

 

Los mismos ojos miran el reflejo

de la misma mujer en la ventana.

 

El corazón es el mismo de los diecisiete, de los

veintisiete, de los treinta y siete,

cuando aún se atreve a navegar por                        la inocencia

a los treinta de los treinta años de su vida.

 

Pero cuando el grueso cable anuda

en el oxidado amarre

sesabe de memoria la rosa de los vientos.

 

Lo único preciso es que no haya disminuido

la pasión, ese incendio en el que arde

con todos los errores y aciertos de su vida.