Isabel S. Hidalgo

Isabel S. Hidalgo
HABITACIÓN   509

 

 

No soy buena haciendo camas

-dijiste-.

Los ojos entornados, el pelo revuelto

y las manos temblorosas queriendo

abarcar espacios imposibles.

La madrugada extendía sombras por el suelo;

cerramos la puerta y los números de la habitación

rodaron por el pasillo desmayados,

salpicando las paredes alargadas

color marfil, marrón o ni me acuerdo.

Antes, en el jardín y a  escondidas,

el ritmo de canciones pasadas de moda,

atrapaba miradas furtivas,

las manos jugaban a encontrarse

y se estremecían los cuerpos.

No soy buena haciendo camas…

Rodó el deseo entre las mantas apremiantes,

urgencia de caricias y los besos

impregnaron la almohada de saliva insolente.

Mi cuerpo huele a ti, mis labios a tu sexo.

La mañana se estremece y salgo de puntillas.

Entro de nuevo en el ascensor donde te besé

por primera vez, casi con arrogancia,

y miro una vez más la puerta cerrada,

sabiéndote entre el desconcierto del amor,

sábanas rotas y gemidos desatados.

 

Tu mirada perdida en el techo, queriendo atrapar

el instante mismo de la entrega.

Miro la habitación 509, una última vez,

y ya sueño con tus ojos  posados de nuevo

en mis pupilas.

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