Juan Luis Bedins: “Cierpiąca skóra morza”

 

Wiersz przetłumaczony przez Kamilę Żukowską (Uniwersytet Łódzki) i czytany przez Beę Lenc-Studniarską

Cierpiąca skóra morza 

 

Cierpiąca skóra morza 

wylewa łzy 

z powodu wilgoci, którą wypiły 

morskie fale, 

radość i cierpienie, 

ogień z soli na jej piersiach. 

Oddech nocy 

gryzie jej łono 

i przenika ciało znane i obce, 

ciało już bez twarzy, 

które zostaje i ucieka 

jednocześnie.   

 

Leído por el autor

Piel doliente del mar

 

La piel doliente del mar

derrama lágrimas

de tanto licor como bebieron

sus olas,

placer y sufrimiento,

fuego de sal sobre su busto.

El aliento de la noche

muerde su pubis

y penetra su cuerpo conocido y extraño,

cuerpo ya sin rostro,

que se queda y que huye

al mismo tiempo.

 

Katy Parra

Katy Parra
DE NADIE A NADIE

 

 

El mar escupe muertos,

muertos imprevisibles,

muertos de cuatro años,

muertos recién nacidos,

mujeres y hombres muertos,

hinchados por la ausencia del oxígeno,

muertos desconocidos que aceleran

el paso decisivo de la muerte.

De nadie a nadie llegan,

tristemente escupidos

a un país extranjero,

escupidos no sólo por el mar,

sino por la barbarie y la metralla.

 

El mar escupe muertos

sin identificar,

y nadie quiere muertos si son desconocidos,

si llegan a tu casa huyendo de una guerra

y vienen abrasados por la huida.

 

Es más fácil mirar para otro lado.

El mar sabrá por qué se deshace de ellos.

Ana María Pérez Díez

Ana María Pérez Díez
ESTE MAR NO ES AZUL

 

 

Hay días en que el mar

simplemente enloquece.

 

Ya no atiende a razones,

a los consejos de cetáceos

venerables,

ni a los requerimientos de sirenas

de intención viperina.

 

Un mar que, descompuesto,

devuelve a los mortales

restos de su inmundicia:

pedazos oxidados

de un mundo de metal,

y una espuma lechosa

que nace en las costillas

de los barcos hundidos.

 

Hay noches en que el mar

escupe gente.

Son una especie nueva

de peces expulsados

de todas las orillas,

que se hundieron con todo,

con lo que se dejaron,

con lo que no tendrán.

 

Arriban esparcidos a la playa

-moluscos arrancados del racimo-

y nosotros, higiénicos

mariscadores de la muerte,

colocamos sus cuerpos

en cajas de madera.

 

Pero el mar no desiste

y piensa devolvernos cada astilla

de cada caja

para naufragio nuestro.