Elena Torres

Elena Torres
ÁBACO

 

 

Si las tardes son huéspedes

que custodian detalles

en un calendario de dudas.

 

Si en un reino de espejos

la mirada corta distancias

con el cristal de los quebrantos.

 

Si lo bello no crea

una figura de seis vértices

donde superponer lo auténtico.

 

Entonces hace falta

el ábaco de los requiebros

para contar las horas.

 

Un manual de gratitud

para sobrevivir al miedo.

 

 

(De Frágil, 2012)

Elena Escribano

Elena Escribano
VENTANA CON REFLEJO

 

 

La miran los mismos ojos de la mujer

que hace treinta y cinco años la miraban.

 

También ahora tiene un libro entre las manos

y un lápiz, con el que subraya “las ideas

esenciales” de un texto

de retórica.

 

El reflejo en la ventana

no tiene misericordia,

–ni ella la necesita–.

Lleva treinta y cinco años mirando

el tiempo,

cómo modifica la firmeza de sus rasgos,

de los brazos,

de su pecho.

 

Con dureza, porque el tiempo no precisa suavidades,

allí está observándola, preguntándole.

La respuesta está en el reflejo

del cristal de esa noche en la ventana.

 

El aire que la oxida

también ha reforzado sus defensas

y ahora puede volar con todas sus heridas.

 

Los mismos ojos miran el reflejo

de la misma mujer en la ventana.

 

El corazón es el mismo de los diecisiete, de los

veintisiete, de los treinta y siete,

cuando aún se atreve a navegar por                        la inocencia

a los treinta de los treinta años de su vida.

 

Pero cuando el grueso cable anuda

en el oxidado amarre

sesabe de memoria la rosa de los vientos.

 

Lo único preciso es que no haya disminuido

la pasión, ese incendio en el que arde

con todos los errores y aciertos de su vida.

Charo Guarino

Charo Guarino

PELIGRO

 

 

No me mires así, porque mi cuerpo

es hoy un polvorín

y sólo me faltaba la mecha de tus ojos

para ardernos.

No me mires así o no respondo,

y prendo la cerilla

y estallamos.

No me mires así…

no digas luego que no te lo advertí:

te juro

que puedo resultar muy peligrosa

¿a ti qué te parece si hacemos un paréntesis

para viajar de nuevo al Paraíso?

Te miro y me parece,

(y no te engaño)

que tengo el corazón

entre las piernas.

 

Antonio Soto

Antonio Soto
Y YO TE AMO

 

 

Hay guerras  en el mundo,

y yo te amo.

Hay alguien que se divierte con

la muerte,

alguien sin metafísica,

y yo te amo.

Hay nubes negras en el cielo,

hay niñas que gritan en los lavabos,

hay borrachos que cantan,

y yo te amo.

Hay pueblos perdidos entre montañas,

hay bombas bajo el suelo,

hay hombres que mueren bajo el sol,

hay cementerios blancos,

y yo te amo.

Antonio Praena

Antonio Praena
8 DE JUNIO

 

 

Nací el 8 de junio.

Toda la luz se derramó en mi sangre,

pero hace tiempo que no encuentro

ni la luz ni mi sangre.

 

Pensé que era mejor poner mi vida

muy lejos de las cosas que he querido,

muy lejos de las cosas de este mundo,

muy lejos de tu amor, que ha sido el mundo.

 

Me fui fuera de ti

para poder volver un día

curado de la bestia que me ocupa.

Pero la bestia se ha hecho grande,

tan grande como puede hacerse un hombre,

y vamos los dos juntos de la mano

camino de la muerte:

¡si me vieras!,

los ojos que quisiste son agujas

clavadas hacia dentro.

 

Soy uno de esos hombres que desguaza

las flores con sus botas de jinete.

Consumo polen ácido,

comulgo reno crudo, escupo arcilla.

Me digo con palabras que les lamen

los ojos cancerosas a los ciegos.

Confieso que he bebido cera hirviente

tratando de sellar todas mis puertas.

 

A veces, si mi bestia se ha dormido,

planeo una manera de escaparme:

me visto un traje nuevo, me anudo una corbata,

mas, vueltos al espejo mis dos ojos,

descubro que me mira un hombre muerto.

 

Y entonces, inhumano, desterrado,

retorno al colchón sucio de mi siglo

y cumplo un año más lejos de todo.

 

No he vuelto a escuchar luz.

No he vuelto a besar pulso.

Me alumbran y devoran la garganta

estrellas tan brillantes que son negras.

 

Mas dejo testimonio de que todas

las noches de mi vida he pronunciado

tu nombre con gemidos animales.

Tan fuerte te he llamado que no existe

frontera entre el aullido y mi persona.

 

Quizá sólo fui alguien un instante

del 8 de aquel junio de aquel año,

lo mismo que son hombres los que lloran

y dejan de existir los que no aman.

Antonio Martínez Arboleda

Antonio Martínez Arboleda
PEPE

 

 

Andar circunspecto,

espalda cargada,

cuello gordo,

santa calva,

gotas de sangre reseca

de no saberse afeitar.

 

Acompañado

de un ángel sin alas

de los que marchan cansinos

a ritmo de tambor de tripas agrio

por calles de saldo,

por plazas de lástima.

 

Ese día,

el fuego de los infiernos

decidió apaciguarse por un rato,

para no llamar mucho la atención,

temeroso de que aquello fuese

un aviso de su fin.

 

Esa noche,

la luna cuadrada y blanca,

silenciadora,

vacía,

fuente única de luz

en la vigilia despiadada,

quedó eclipsada de bienes

y calórico resplandor.

 

Y a la mañana siguiente,

el ángel echó a andar

sin ritmo que seguir,

con paso

gozosamente deslavazado.

 

Y ya en la calle

rebuscó en el contenedor de su memoria

una canción

para su dicha,

un compás

donde olvidar.

 

 

(Del libro Los viajes de Diosa)

Andrés de la Orden

Andrés de la Orden
MUERE EL PEZ

 

 

Anoche

vino Cartáfilo

a decirme que podía errar

eternamente con él.

Me aseguró, sobrio, sediento

como el mismo Jesús al que negó

el último trago, que nunca

moriríamos

hasta que Satán y Dios se sentaran en estrados

a juzgarnos culpables.

Tendremos tiempo, me dijo, para vaciar

las próstatas edematosas

de tantos pecados y tantísimas

falacias, de saciarnos de carne joven

y de los gusanos

de la miseria.

 

Dudé por un momento.

Yo no he matado a nadie, contesté, esta

tu maldición

no ha de ser la mía, yo quiero

algún día

ser sepultado

y llorado.

Mientes, Longino, me contestó, tu lanza

hiende el costado de Cristo

cada vez que abres la puta

boca.