Antonio Soto

Antonio Soto
Y YO TE AMO

 

 

Hay guerras  en el mundo,

y yo te amo.

Hay alguien que se divierte con

la muerte,

alguien sin metafísica,

y yo te amo.

Hay nubes negras en el cielo,

hay niñas que gritan en los lavabos,

hay borrachos que cantan,

y yo te amo.

Hay pueblos perdidos entre montañas,

hay bombas bajo el suelo,

hay hombres que mueren bajo el sol,

hay cementerios blancos,

y yo te amo.

Antonio Praena

Antonio Praena
8 DE JUNIO

 

 

Nací el 8 de junio.

Toda la luz se derramó en mi sangre,

pero hace tiempo que no encuentro

ni la luz ni mi sangre.

 

Pensé que era mejor poner mi vida

muy lejos de las cosas que he querido,

muy lejos de las cosas de este mundo,

muy lejos de tu amor, que ha sido el mundo.

 

Me fui fuera de ti

para poder volver un día

curado de la bestia que me ocupa.

Pero la bestia se ha hecho grande,

tan grande como puede hacerse un hombre,

y vamos los dos juntos de la mano

camino de la muerte:

¡si me vieras!,

los ojos que quisiste son agujas

clavadas hacia dentro.

 

Soy uno de esos hombres que desguaza

las flores con sus botas de jinete.

Consumo polen ácido,

comulgo reno crudo, escupo arcilla.

Me digo con palabras que les lamen

los ojos cancerosas a los ciegos.

Confieso que he bebido cera hirviente

tratando de sellar todas mis puertas.

 

A veces, si mi bestia se ha dormido,

planeo una manera de escaparme:

me visto un traje nuevo, me anudo una corbata,

mas, vueltos al espejo mis dos ojos,

descubro que me mira un hombre muerto.

 

Y entonces, inhumano, desterrado,

retorno al colchón sucio de mi siglo

y cumplo un año más lejos de todo.

 

No he vuelto a escuchar luz.

No he vuelto a besar pulso.

Me alumbran y devoran la garganta

estrellas tan brillantes que son negras.

 

Mas dejo testimonio de que todas

las noches de mi vida he pronunciado

tu nombre con gemidos animales.

Tan fuerte te he llamado que no existe

frontera entre el aullido y mi persona.

 

Quizá sólo fui alguien un instante

del 8 de aquel junio de aquel año,

lo mismo que son hombres los que lloran

y dejan de existir los que no aman.

Antonio Martínez Arboleda

Antonio Martínez Arboleda
PEPE

 

 

Andar circunspecto,

espalda cargada,

cuello gordo,

santa calva,

gotas de sangre reseca

de no saberse afeitar.

 

Acompañado

de un ángel sin alas

de los que marchan cansinos

a ritmo de tambor de tripas agrio

por calles de saldo,

por plazas de lástima.

 

Ese día,

el fuego de los infiernos

decidió apaciguarse por un rato,

para no llamar mucho la atención,

temeroso de que aquello fuese

un aviso de su fin.

 

Esa noche,

la luna cuadrada y blanca,

silenciadora,

vacía,

fuente única de luz

en la vigilia despiadada,

quedó eclipsada de bienes

y calórico resplandor.

 

Y a la mañana siguiente,

el ángel echó a andar

sin ritmo que seguir,

con paso

gozosamente deslavazado.

 

Y ya en la calle

rebuscó en el contenedor de su memoria

una canción

para su dicha,

un compás

donde olvidar.

 

 

(Del libro Los viajes de Diosa)

Andrés de la Orden

Andrés de la Orden
MUERE EL PEZ

 

 

Anoche

vino Cartáfilo

a decirme que podía errar

eternamente con él.

Me aseguró, sobrio, sediento

como el mismo Jesús al que negó

el último trago, que nunca

moriríamos

hasta que Satán y Dios se sentaran en estrados

a juzgarnos culpables.

Tendremos tiempo, me dijo, para vaciar

las próstatas edematosas

de tantos pecados y tantísimas

falacias, de saciarnos de carne joven

y de los gusanos

de la miseria.

 

Dudé por un momento.

Yo no he matado a nadie, contesté, esta

tu maldición

no ha de ser la mía, yo quiero

algún día

ser sepultado

y llorado.

Mientes, Longino, me contestó, tu lanza

hiende el costado de Cristo

cada vez que abres la puta

boca.

 

Andrea Uña

Andrea Uña
LOS DÍAS CONTADOS

 

 

                                    (Dedicado al Castaño de

                                    Indias de las Calzadas de Mallona)

 

 

La luna de Grecia me vio nacer.

Me llevaron a Turquía.

No sé muy bien cómo llegué,

pero llevo  ya casi cien años

en esta ciudad.

En mi juventud fui

alto y esbelto;

ahora, sin embargo,

me he convertido en un árbol deforme

-eso dicen algunos-.

Mi rugosa corteza centenaria

delata mi vejez y les molesto.

He visto jugar a niños sobre mis pies.

He crecido con risas y música, año

tras año, viendo subir y bajar

caminantes a las Romerías.

 

He sido cómplice de citas clandestinas,

de amores furtivos, amparados

por mi sombra.

soy  la historia viva de generaciones.

pero ahora les estorbo,

molesto, quito luz, me quieren matar,

arrancar mis raíces, silenciar para siempre

el suave aleteo de mis ramas.

 

Ana María Pérez Díez

Ana María Pérez Díez
ESTE MAR NO ES AZUL

 

 

Hay días en que el mar

simplemente enloquece.

 

Ya no atiende a razones,

a los consejos de cetáceos

venerables,

ni a los requerimientos de sirenas

de intención viperina.

 

Un mar que, descompuesto,

devuelve a los mortales

restos de su inmundicia:

pedazos oxidados

de un mundo de metal,

y una espuma lechosa

que nace en las costillas

de los barcos hundidos.

 

Hay noches en que el mar

escupe gente.

Son una especie nueva

de peces expulsados

de todas las orillas,

que se hundieron con todo,

con lo que se dejaron,

con lo que no tendrán.

 

Arriban esparcidos a la playa

-moluscos arrancados del racimo-

y nosotros, higiénicos

mariscadores de la muerte,

colocamos sus cuerpos

en cajas de madera.

 

Pero el mar no desiste

y piensa devolvernos cada astilla

de cada caja

para naufragio nuestro.

Amparo Santana

Amparo Santana
UN SUEÑO ENROSCADO

 

 

Al amanecer

se escapan las rosas del jardín

para bañarse en la fuente

con carpas ansiosas de tacto.

 

Los pájaros entonan

un réquiem

para saludar al mundo

que se apresura inquieto.

 

Por las calles circula

un olor a desayuno

que destila voluntades,

mientras unos pocos comen.

 

Y todo parece al revés

pero no importa,

se han convertido en humo azul

las jacarandas.

Amalia Martínez

Amalia Martínez
PARTIR POR PARTIR

 

 

Partir por partir,

sin meta fija,

que cada jornada invente sus pasos

y sus horas,

que decida sus cumplimientos

y sus deudas.

 

Andar por andar,

buscar como los que no buscan

porque caminan despojados de certezas.

 

Marchar,

marchar lejos,

y con los pasos

trazar un mapa de geometría axial

-fundidos en una sola línea

lo real y lo imaginado-.

 

Caminar sin pausa

y al llegar

 

-lo nuevo ardiendo en la lengua-

 

darse cuenta de que estamos

en el  inicio.